Mi bolígrafo se está quedando sin tinta, y me mira suplicante con su capuchón mordido por un dueño anterior que no supo valorar todo su potencial. Es un superviviente, que ha visto nacer grandes ideas y morir largos pesares. Su cargador, ahora prácticamente desnudo, muestra el código que nace de sus entrañas 123123333303XS, como la talla de mi ropa bailando un ritmo de vals en scratch. XS, las iniciales con las que me he ido identificando toda mi vida: en la infancia fui Sarita, en la adolescencia Xarita, cuando comencé a bailar creí ser Sahra, pero ahora me siento feliz siendo simplemente Sara.
Mi bolígrafo se está quedando sin tinta y este principio del fin me hubiera vuelto loca hace tiempo. Definitivamente siento apego por él. Si no fuera el bolígrafo que mejor pinta de todos los que tengo, estaría decorando cualquiera de los 4 portalápices (más una taza de desayuno) que tengo abarrotados de elementos que soñaron con ser bolígrafos pero se quedaron en “casi-llego-a-pintar-bien”. Y es que, tanto en la vida como en la muerte, sólo brillan los que son realmente extraordinarios. No sé cuántos bolígrafos, rotuladores y lápices habré tirado a la basura a lo largo de la vida. Sólo sé, que éste lo recordaré con cariño. No por ser el más bonito estéticamente, ni el que pinta con el color más divertido, sino por todo lo que he escrito gracias a él.
Mi bolígrafo se está quedando sin tinta y son tantas las palabras que he escrito con él, que una parte de mí se irá para siempre con su partida. Y otra parte de mí se resiste a soltarlo, se aferra a él, a su recuerdo, como si conservándolo en una vitrina expositora pudiera ensalzar aquello que yo fui, aquello que soñé con ser, y aquello que jamás seré. Pero es tan sólo un bolígrafo… ¡es tan estúpido hacer un drama por un bolígrafo! Pero no es tan sólo un bolígrafo, es cada pensamiento, cada emoción, cada palabra que ha fluido a través de él, como la sangre fluye por mis venas. Suena la sirena de una ambulancia, ¿vendrá al rescate de mi bolígrafo? ¿o vendrá a revivirme? Una parte de mí se derramó en cada miligramo de tinta que vertida en el papel. La ambulancia no tiene nada que hacer.
Mi bolígrafo se está quedando sin tinta y estoy deseando que se agote de una vez por todas. No hay nada más tedioso que una despedida a largo plazo. Prefiero las rupturas rápidas, como el tirón de la cera al depilarse: cuanto más rápido, menos doloroso. Pero no estoy impaciente por evitar el dolor, estoy excitada por todas las puertas que se abren ahora mismo. Porque siempre el fin es el comienzo de un nuevo principio. Y adoro los principios.
Mi bolígrafo se está quedando sin tinta y estoy feliz por todo el camino recorrido. No soy la misma persona que comenzó a escribir con él. Y sé que tampoco seré la misma persona cuando haya consumido otros tantos bolígrafos más. Puede que no sea la mejor escritora del mundo ahora, y puede que necesitara miles de bolígrafos para acercarme a tal honor, pero ni me importa, ni lo busco. ¡Es tan divertido el camino!, que es secundario a donde me lleven mis bolígrafos.