Hoy hace 3 años que Eduardo y yo comenzamos nuestro camino juntos. Hace 3 años me sentí la mujer más afortunada del mundo cuando Edu me besó por primera vez. Y hoy, después de 3 años, sigo sintiéndome la mujer más afortunada del mundo cada instante que paso a su lado: cada mirada de complicidad, cada gesto, cada caricia, cada reto que se nos presenta, cada reto superado…
Cada día doy gracias al universo por haberme bendecido con su presencia, por haberme concedido el regalo más grande que jamás hubiera llegado a imaginar (y tengo una capacidad de imaginación GRANDIOSA), pero es cierto eso de que la realidad supera a la ficción. Antes de conocerle fantaseaba con una relación de película de Disney, idílica, romántica, fantástica… en la que cada día sería una aventura y yo sería rescatada por mi príncipe azul para vivir felices en nuestro cuento encantado para siempre. Eduardo no me ha dado nada de esto, pero me ha dado momentos reales, auténticos, que superan con creces cualquier delirio imaginativo.
El amor no es estar siempre caminando entre nubes y corazones. El amor es libertad, es poder ser 100% libre estando con el otro, permitiéndole al otro ser a su vez 100% libre. El amor no controla, el amor permite, es comprensivo, compasivo y te ayuda a crecer. Amar no significa tener que ir pegado a alguien que te complete. Amar es ser uno mismo perfecto, completo y único, y dejar que tu camino sea compartido por otro ser perfecto, completo y único. Pero cuando hablo de perfección, me refiero a ser independiente, a no necesitar “extras” para poder vivir, a no depender de nada ni de nadie, a no buscar una media naranja, sino ser ya la naranja completa para poder rodar junto a quien quieras. Cuando hablo de perfección, me refiero a permitirnos ser imperfectos, perfectamente humanos, con nuestras virtudes y nuestras pasiones, que son, al fin y al cabo, las que nos hacen crecer y avanzar en esta ilusión a la que llamamos vida.
Despierto cada mañana dando gracias al universo por regalarme un día más al lado de Eduardo, porque sé que al ser 100% libres, él decide cada mañana continuar caminando conmigo ese día. Doy gracias por poder tener un compañero de vida que no sólo me ama, me cuida y me protege, sino que me enfrenta a mis mayores retos y que es capaz de sacar lo peor de mí para demostrarme cada día, que gracias a ello puedo sacar lo mejor de mí y, de ese modo, poder crecer juntos.
Doy gracias al universo por enseñarme que el amor es infinito y que no tiene un límite estático, sino que crece y muere cada día. El amor crece tanto como nosotros estemos dispuestos a evolucionar. Y el camino directo a la muerte del amor es creer que todo ya está hecho, que ya no se puede cambiar y que sólo hay que seguir haciendo siempre lo mismo. Cuando te conviertes en un arrastrado de la vida, cuando no te miras dentro, cuando no te permites sacar toda la basura (que todos sin excepción tenemos), estás permitiendo que esa basura se haga cada vez más pesada, más densa y que vaya pudriendo lentamente tu vida, tu existencia y tu relación de pareja.
Tu pareja es capaz de sacar lo peor de ti. Está a tu lado para meter inconscientemente el dedo en la yaga y hacerte tanto daño que quieras dejar de sufrir y sanar de una puñetera vez esa maldita herida. La pareja no es la culpable de tu dolor, tu pareja no sabe por qué reaccionas de una forma tan desproporcionada… lo que ha dicho, lo que ha hecho, no tiene nada que ver con tu dolor, aunque a priori parezca obvio que es la causa directa. Es probable que le eches la culpa al otro ya que, al fin y al cabo, es quien está cerca, es quien ha tocado la yaga, es quien te está mostrando esa basura que no querías ver y que habías enterrado en lo profundo de tu corazón, pero NO es el causante de tu dolor… si hubieras sanado esa herida hace muchos, muchos años, él tocaría y no te dolería, de hecho hasta te encantaría la forma tan dulce de acariciar esa cicatriz. Pero tu pareja no está para evitarte el dolor de las heridas, para distraerte con tonterías y que mires a cualquier lugar fuera de ti en lugar de mirar dentro.
Bendigo cada “discusión” que tenemos, cada vez que me saca de mis casillas y cada vez que NO me permite seguir defendiendo a ese personaje que se creó para proteger alguna de las yagas que sigue abierta y que salta cuando alguien se acerca a ella. Bendigo cada reto, porque me permite sanar esas heridas, librarme de creencias que ya no me sirven para nada y descubrir el gran misterio del amor. El amor, como ya he dicho antes, crece tanto como seas tú capaz de evolucionar. Cada vez que sano una herida, cada vez que me libero de esas piedras que cargaba y que no me permitían avanzar con ligereza, siento que el amor crece. Y no es de extrañar, pues al liberarme, permito que haya más espacio para que entre aún más amor.
Hace 3 años estaba convencida de que no podría amar más de lo que amaba a Eduardo. Le amaba al máximo de mi capacidad. Hoy le sigo amando al máximo de mi capacidad, pero es maravilloso darme cuenta de cómo ha crecido. Antes mi corazón era del tamaño de un grano de arroz comparado con el de ahora. Mi corazón crece a la vez que mi amor. Y mi magnífica imaginación es incapaz de vislumbrar cuánto podré llegar a amar en un futuro si seguimos juntos en este camino de evolución personal. Si llegamos a viejitos juntos, probablemente pueda reírme del amor tan diminuto que pueda estar sintiendo ahora en comparación con lo que podré llegar a sentir. Y esto es algo que quiero vivir, quiero saber cuanto somos capaces de amarnos.
Quiero compartir mi vida contigo, crecer juntos, superar más y más retos, despertar a tu lado cada mañana y darle las gracias a Dios cada día por regalarme de nuevo tu presencia. ¡¡¡Sí!!! Quiero casarme contigo.
Te amo.