He pasado muchos años mirando a mi alrededor y culpando al exterior de lo que pasaba en mi vida. ¿Que no tenía suficiente dinero? La culpa era de mi jefe que no me valoraba. ¿Que mi trabajo no me motivaba? La culpa era de los clientes, que siempre estropeaban cualquier proyecto nuevo con sus recortes. ¿Que el ambiente en el trabajo no era bueno? La culpa era de los compañeros que no paraban de malmeter y de criticar. ¿Que no ligaba? La culpa era de mi aspecto físico, que no era lo suficientemente bonito como para atraer a nadie… y un sin fin de excusas más…
No fui consciente hasta hace poco de lo equivocada que estaba. Todo, absolutamente todo, está en nosotros, en nuestra capacidad de ver las cosas y en cómo nos las tomamos. Cuando focalizamos nuestros problemas en el exterior, acabamos generando lo que yo denomino la «espiral de la muerte».
Digamos que como mi jefe no me valora y no me paga más, yo decido que tampoco me voy a esforzar más, al fin y al cabo, dé el 100% o el 10% me va a pagar lo mismo a fin de mes, así que… «¿para qué voy a dar lo mejor de mí si nadie me va a valorar?». Cuando comienzas un nuevo trabajo siempre estás motivado, pero cuando ves que un cliente tira por la borda una idea, y otra, y otra, y otra… llega un momento en el que ya solo ejecutas lo que propone el cliente sin pensar ni un ápice más, porque de todas formas… siempre vas a tener que hacer lo que diga el cliente, por tanto… «ahorremos tiempo y hagamos directamente lo que él diga o lo que supongo que dirá.»
Además, te das cuenta de cómo los propios compañeros de trabajo no paran de protestar y decir lo mal que está todo, criticando a todo el mundo, poniendo malas caras, dando puñaladas traperas, y se convierten en el tema favorito de conversación a la hora del café… «¡¡¡yo no critico, sólo comento lo que hacen, además, se lo están ganando al pulso!!!» Y como no tengo suficiente en mi tedioso trabajo, cada vez que me miro en el espejo me autocompadezco de mi imagen… «es que estoy más plana que una tabla de planchar, es que estoy más gorda que una foca, es que tengo más cartucheras que Lucky Luke, parezco una paella con estos granos… con razón nadie se fija en mí, siempre se fijan en mis amigas, así que ¿para qué arreglarme más? Me arregle o no el resultado es el mismo.»
En definitiva, que como en el exterior las cosas van mal, acabas por no esforzarte, no pensar, no disfrutar, no vivir… estás muerto.
¿Se puede salir de la espiral de la muerte? ¡Por supuesto que sí! ¡Síguenos y descubre cómo!