Uno de los mayores dones que tenemos los artistas es nuestra fantasía ilimitada. Gracias a ella somos mucho más creativos que otras personas ya que nos permite hacer conexiones mentales completamente alocadas. Pero este don se convertirá en nuestro mayor obstáculo si nos dejamos llevar por nuestro “soñador compulsivo” y dejamos de lado el trabajo.
Cuando un artista es disciplinado y persistente en su trabajo, comienza a brillar por sí solo. Pero uno de los principales vicios en los que caemos la mayoría de los artistas es dejarnos llevar por nuestra imaginación descontroladamente. Y el problema es que cuando tenemos un proyecto entre manos, acabamos pasando el 80% del día dándole vueltas a la cabeza sobre cómo será el proyecto una vez finalizado: ideando miles de formas diferentes para llevarlo a cabo y que sea totalmente rompedor, imaginándonos la reacción del público, fantaseando con cómo va a cambiar nuestra vida cuando tengamos éxito… Así que dejamos tan sólo un 20% del tiempo para implementar todo aquello que tenemos en la cabeza. Y durante ese 20% restante, nos suele ocurrir alguna (o varias) de las siguientes cosas:
- Nos aturullamos porque no sabemos por dónde empezar.
- Nos agobiamos porque tenemos muchas cosas que hacer y avanzamos mucho más despacio de lo que imaginábamos.
- Nos frustramos tremendamente porque aquello que parecía tan fácil en nuestra cabeza, resulta que es mucho más difícil de lo que creíamos, porque no tenemos las habilidades adquiridas en nuestro cuerpo.
- Nos cansamos rápidamente y cambiamos a alguna actividad para la que estemos “más inspirados” o para la que no necesitemos esforzarnos tanto.
- Nos autoengañamos, nos convencemos a nosotros mismos de que “todo saldrá bien” milagrosamente y decidimos procrastinar el proyecto hasta el día siguiente.
Adicción a la fantasía
Algo que a priori puede parecer una contradicción, es que no tienen más éxito quienes tienen más talento. Pero esto se explica a través del conocimiento de la personalidad humana. Los artistas tenemos un talento increíble en muchas áreas diferentes, pero pecamos de exceso de fantasía y escasez de constancia a la hora de aprender. En cambio, otras personas que no tienen ese talento innato, tienen una personalidad muy persistente. Por tanto, quien acaba siendo un maestro es quien ha dedicado más horas y asimilado ese conocimiento no sólo en la mente, sino también en el cuerpo.
Con lo cual, algo con lo que tenemos que luchar los artistas, es con la pereza que nos provoca la facilidad de la ensoñación. Porque nos volvemos adictos a lograr las cosas instantáneamente tal y como lo hacemos en nuestra mente. Y nos llegamos a creer que realmente nuestras fantasías se van a cumplir como por arte de magia en algún momento. Un claro ejemplo de esto lo vi en un programa de televisión en el que salía un chaval de unos 17 años diciendo que su sueño era ser “Chico Almodóvar”. Y la madre estaba desesperada porque ni estudiaba, ni trabajaba, ni iba a clases de arte dramático. La madre decía que le pagaba las clases, pero que él no quería. Y el chico en su fantasía estaba convencido que se iba a convertir en chico Almodóvar. ¿Y cómo iba a serlo? ¿Acaso Almodóvar iba a pasar por su pueblo, pararse en la puerta de su casa, detectar inconscientemente el talento oculto que tenía él, e iba a llamar a su puerta para contratarle? Pues no, la vida no funciona así, Almodóvar no va a saber que existes si tú no haces por moverte, si tú no tienes interés en aprender y si no demuestras tu talento y tu valía.
Y lo que se esconde tras el velo de la adicción a la fantasía es una desconfianza brutal en nuestras propias cualidades reales y en nuestra valía personal. El miedo a ser rechazados nos hace escondernos y quedarnos en nuestra casa soñando con un cambio en nuestra vida. Y si mostramos algo, hará que no demos todo de nosotros y nos saboteemos, para de ese modo tener la excusa perfecta si fracasamos porque «no hemos tenido tiempo suficiente para prepararlo y que salga bien». Y este autosabotaje lo único que va haciendo es ir minando aún más y más nuestra autoestima, con lo que podemos entrar en una dinámica totalmente autodestructiva.
Ser un creador
Pero todo esto se soluciona fácilmente invirtiendo la proporción de tiempo que dedicamos a trabajar (más del 80%) y a soñar (menos del 20%). Tienes que plantarte delante de la página en blanco, del lienzo en blanco, de la partitura en blanco, del escenario vacío… y ponerte a crear. Es la única opción que tienes para empezar a superar tus problemas de autoestima. Y por supuesto, que a la primera no te va a salir como tenías en tu cabeza.
Pero después de mucha persistencia, pasarás de ser un soñador compulsivo a ser un artista que brilla. Y es que habrás pulido tanto tus cualidades que serás capaz de canalizar esas ideas brillantes que tienes en una obra material. Si sigues soñando, no vas a tener tiempo para materializar, con lo cual nadie va a saber lo que has hecho. Nadie podrá ver el genio que tenías, nadie va a ver el talento. El talento se demuestra exponiéndose ante el público y la única forma de exponerse, es dejando de soñar y poniéndose a implementar. Tienes que dejar de ser un soñador para ser un creador.