Esta mañana me he levantado con energía y he decidido irme al huerto a recolectar judías verdes. Sí, sé que a priori no parece una actividad apasionante, pero las apariencias engañan. Me encantan las labores del huerto, ya que no sólo me mantienen activa físicamente, sino que dan lecciones magistrales acerca de la vida y la psique humana.
Descubriendo la planta de judías verdes
Probablemente la mayoría de vosotros no hayáis visto una planta de judías verdes en vuestra vida. La vida en las ciudades impide ver más allá de lo que muestran las fruterías. De hecho, la primera vez que vi una planta de judías verdes fue hace dos años cuando me hice el Camino de Santiago, que pasamos cerca de unos cultivos que aprovechaban el tallo del maíz para que creciera a su alrededor la planta de judías verdes. Pero no ha sido hasta este año que he podido conocer en profundidad esta planta, gracias a que mi suegro la sembró en el huerto.
He descubierto que hay más de 100 variedades de plantas de judías y que algunas son más aptas para ser consumidas en verde y otras para secar y ser consumidas como alubias o frijoles. Y esto es algo que me fascina, ya que uno de los grandes problemas de comprar en grandes supermercados, es que se limitan a vender sólo unas pocas variedades de cada verdura o fruta. Y acabamos pensando que si eso es lo que venden, eso es lo que existe. Pues no.
Aprendiendo que es gerundio
La variedad que cultivó mi suegro es la denominada Buenos Aires, que es trepadora o de enrame y que tiene unas vainas verdes jaspeadas en rojo. Así a primera vista parece súper fácil ver las judías para recolectarlas, ya que su color es diferente al resto de la planta. Pero en cuanto te pones al lío la cosa cambia. Nada más comenzar he recogido todas las judías que estaban a la vista y me he llevado una decepción enorme cuando he visto que la cantidad recogida no daban ni para un plato. “Bueno, servirán para echar a la ensalada”, pensé.
Pero como no me rindo fácilmente, decidí coger la escalera por si había alguna judía en la parte de arriba que se me había escapado. Para mi sorpresa, según iba subiendo por la escalera, iba viendo un montón de judías por todos los lados. ¿Pero cómo no las había visto antes si estaban a la altura de mis ojos? Misterios de la vida… Una vez arriba del todo de la escalera, me di cuenta que había muchísimas judías que no podía ver desde abajo porque las tapaban las hojas. Así que cuando me aseguré de que en la parte de arriba ya no quedaba ninguna, decidí revisar las plantas desde todos los puntos de vista posible.
Por mucho que lo intentes, si no cambias tu punto de vista no vas a encontrar más judías. Y es que no es lo mismo mirar de abajo a arriba, de arriba a abajo, de abajo a los laterales, en diagonal, de frente, dando un paso más hacia delante o algunos hacia atrás. Cualquier mínimo cambio en tu posición y punto de vista puede ser crucial a la hora de descubrir una judía más.
Unas cuantas lecciones magistrales
Mientras estaba en plena búsqueda y captura de las judías verdes, me he empezado a dar cuenta de que muchas cosas:
- Nuestra mente está igual de enredada que la planta de judías verdes. Es fácil ver lo que hay en la superficie, pero cuando intentas meterte entre un par de hileras para recolectar lo que hay en el interior, te das cuenta de que cada vez es más difícil moverse o ver nada con claridad. Nuestro cerebro hace interconexiones neuronales de la misma forma que la planta se enreda con las plantas cercanas.
- Sufrimos cuando tenemos que elegir entre dos opcines: A o B. La mayoría de las veces A es aquello con lo que nos hemos ilusionado y estamos enganchados a lograrlo y B es quedarnos como estamos y sufrir eternamente por nuestro fracaso. De lo que no nos damos cuenta es que la vida es como la planta de judías verdes y que aunque a primera vista sólo muestra dos opciones, en realidad podríamos elegir entre A, B, C, D, E, X, Y, Z… y las opciones que nos diera la gana.
- Para poder descubrir nuevas oportunidades es IMPRESCINDIBLE estar dispuestos a cambiar nuestro punto de vista. Porque si sólo vemos dos opciones es porque estamos viendo la situación desde el mismo ángulo. Aléjate, acércate, súbete a una escalera, ponte de cuclillas, mira hacia los laterales, en diagonal, avanza unos pasos, retrocédelos…. cada cambio que tu hagas te estará mostrando nuevas posibilidades.
- Esas oportunidades no siempre son para nosotros. Algunas son sólo una posibilidad, como las flores de la planta, que están preparándose para que en unos días se conviertan en judías verdes. Otras tenemos que dejarlas crecer todavía, como las judías baby, para poder disfrutar de ellas en su máximo esplendor. Otras en cambio ya se han hecho demasiado grandes, tienen ya un grano muy grueso en su interior y es mejor dejarlas en la mata a que se sequen y poder recolectar las semillas para poder plantar judías de nuevo al año que viene. Hay que saber cuáles son las oportunidades que están en su punto para lanzarnos a por ellas.
Sólo la paciencia y la perseverancia harán que en lugar de recolectar tan sólo unas pocas judías u oportunidades, acabes con una cosecha capaz de alimentar a toda la familia.
Mis suegros han alucinado con la bolsa tan grande de judías que he traído y yo me he sentido super orgullosa, no sólo por el trabajo bien hecho, sino por todo lo que he aprendido. Ahora me toca disfrutar de un buen plato de judías verdes, que me lo he ganado 😉
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